
EL ESPANTAPÁJAROS
Clark cuenta una historia
Una vez, en primavera, estuve de visita en la granja de mi tío; sí, en esas maravillosas tierras de las cuales mi padre siempre hablaba. Esas hermosas llanuras estaban a veinte horas en auto desde la ciudad en donde vivía, por lo que mis padres decidieron enviarme en avión. Era la primera vez que iba a visitar la tan nombrada granja, es más, era la primera vez que iba a estar en una granja, así que mi padre fue recurrente en decirme que tenía muchas cosas nuevas que aprender allí. En ese entonces apenas cumplía ocho años de edad, y los había vivido todos en una ciudad llena de edificios altos con calles abarrotadas de personas y taxis amarillos.
Mi tío fue a buscarme al aeropuerto, así que me despedí de la amable azafata que cuidó de mí durante el vuelo; recuerdo que estaba ansioso por conocer la maravillosa granja que siempre estaba en las historias que contaba mi padre de cuando él era niño. Al llegar, y mientras mi tío Hank me daba la bienvenida a esas tierras tan hermosas, me quedé en la distancia mirando a un hombre, un hombre muy extraño que al parecer estaba inmóvil con los brazos abiertos en el medio del campo de trigo. Esa imagen me sorprendió y captó mi atención, marcando así recuerdos fuertes y duraderos de aquella primera estancia en la granja.
Bueno, con una gran sonrisa y una evidente alegría por mi visita, el tío Hank terminó de mostrarme la habitación en donde descansaría de las actividades divertidas de mis cinco días de supuestas vacaciones. Una vez instalado en aquella antigua casa, noté que la ventana de mi temporal y crujiente habitación de madera estaba en dirección al campo de trigo, así que fue inevitable volver a mirar a ese extraño hombre que estaba en el medio del campo sin moverse y con los brazos extendidos; no sabía si él estaba esperando a que alguien lo abrazara, no tenía idea de quién era y no me atreví a preguntarle a mi tío qué hacía ese hombre allí parado.
Llegó la noche y después de cenar, subí las escaleras de madera para ir a mi habitación. Cada paso que daba hacía crujir el piso, por lo que caminaba con lentitud para no hacer tanto ruido. Recuerdo con claridad que la luz de la luna entraba por mi ventana en una noche con un cielo despejado, así que miré otra vez el campo de trigo y, para mi sorpresa, aquel hombre aún estaba parado en el mismo lugar; fue entonces cuando comencé a sentir miedo, un miedo muy justificado, pues estaba en un lugar nuevo para mí, dentro de una habitación de madera que crujía al más mínimo movimiento en una noche silenciosa, y con un extraño hombre que, al parecer, comenzó a moverse y a convertirse en un monstruo, bueno, al menos eso era lo que mi pequeña mente creía.
Mientras más miraba, más miedo sentía, pero por alguna razón no dejaba de mirar por la ventana a ese hombre que ahora lucía aterrador en su forma de monstruo. Seguí mirando, y podría jurar en ese momento que esa cosa comenzó a moverse en dirección a mi habitación. En un segundo el miedo se transformó en pánico, salí corriendo a mi cama y me arropé de pies a cabeza escuchando mi respiración agitada en medio de un silencio que nunca experimenté en mi gran ciudad, sentí mucho miedo hasta quedarme dormido.
A la mañana siguiente al salir el sol, recordé lo ocurrido y volví a mirar con temor y mucha cautela por la ventana, así que vi que el monstruo era de nuevo un extraño hombre inmóvil en el medio de la siembra de trigo. Unos minutos después del desayuno, mi tío Hank me dijo que daríamos un paseo en el tractor de la granja, de manera que me emocioné al pensar que tal vez podría manejar esa máquina impresionante, lo que para mí sería como un sueño, así que me dije a mí mismo: “Sí señor, conduciré ese tractor y será increíble”.
Mi tío me dijo: “Clark, ponte pantalones largos, salimos en quince minutos”. Corrí a mi habitación emocionado para cambiarme, pero miré otra vez por la bendita ventana y me percaté de que el sendero del tractor pasaba muy cerca de aquel extraño hombre vestido con una camisa de cuadros rojos que por las noches se convertía en un monstruo.
No quería que ese hombre viera mi cara y reconociera que era yo quien lo vigilaba por la ventana, sentí temor, ¡sentí pánico!, así que me inventé un dolor de estómago para no salir de paseo en el tractor. Llegó la siguiente noche y se repitió la historia de la anterior, por lo que todos los días de mis vacaciones los viví sin salir de la casa de mi tío, pues el miedo no me dejó hacer nada fuera de la seguridad que la vieja casa de madera crujiente me hacía sentir. Al terminar mi estadía, me sentí aliviado de regresar a mi hogar en la gran ciudad, donde no había un hombre extraño que se convertía en monstruo.
Una cosa curiosa que debo mencionar es que, a pesar de mi mala estancia en la granja, nunca le conté a mis padres lo que me había pasado en las vacaciones con mi tío. Un detalle más que forma parte de toda esa experiencia de vida es que cuatro años después regresé a la granja, y al ver que el extraño hombre estaba aún ahí con sus incansables brazos abiertos, ya no sentí miedo ni pánico, pues ahora sí sabía lo que era, ahora sabía que solo se trataba de un espantapájaros. Sí, un bendito espantapájaros que me robó días de felicidad cuando creía que era un extraño hombre que se transformaba en monstruo y merodeaba por las noches en la hermosa granja ubicada en The Sunflower State.
“Los miedos innecesarios se apalancan en la falta de conocimiento; pero el conocimiento oportuno los disuelve”.
—Nehomar Lugo